Puerto Rico es famoso por su singular estatus político: el de Estado Libre Asociado (a los Estados Unidos). En 1952 firmó un tratado de libre asociación que acababa con su situación colonial y que le daba rango de una nación libre, con lo que pasaba a tener una relación con Estados Unidos en un plano de igualdad, de tú a tú.
Su fórmula ha sido imitada: Estados Federados de Micronesia (desde 1986), Islas Marshall (1986), Islas Marianas del Norte (1986) y Palau (1994) están en libre asociación con Estados Unidos. Islas Cook (desde 1965) y Niue (1974) con Nueva Zelanda. Quebec, Euskadi o Tokelau se han planteado seriamente adoptar el modelo.
Aunque el primer estado asociado contemporáneo fue Filipinas (de 1935 a 1946), sólo se trató de un periodo de transición entre el colonialismo y la independencia. Lo mismo pasó con Antigua, Dominica, Granada, San Cristóbal-Nieves-Anguila, Santa Lucía, y San Vicente y las Granadinas respecto de Reino Unido entre 1967 y 1983.
No parece que sea el caso de Puerto Rico, que ya ha hecho las bodas de oro con América. No se sabe si se trata de amor eterno o de un simple matrimonio de interés pero sea como sea, da buenos frutos a los boricuas: están mucho mejor que los países de su entorno y viajan como ciudadanos americanos a los Estados Unidos.
Los opositores al sistema aducen que Puerto Rico es una colonia yanqui pero la realidad es que puede independizarse cuando lo desee. En 1967, 1993 y 1998 se realizaron plebiscitos y el pueblo votó abrumadoramente en favor del estatus. Los independentistas -básicamente marxistas que ven en Cuba su ideal- son minoría residual.
Lo relacionado con la moneda, la defensa y la política y comercio exteriores depende de Washington. En todo lo demás, los puertorriqueños se autogobiernan. San Juan apoya esta semiindependencia habida cuenta del desastre que es Latinoamérica. Fuera de los Estados Unidos, tiene mucho que perder y poco que ganar.
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