Mediante el Tratado de Fontainebleau firmado en 1807 entre el emperador francés Napoleón Bonaparte y Manuel Godoy, ministro del rey Carlos IV de España, se permitió que las tropas francesas entraran en España. En teoría para invadir Portugal, que se lo iban a repartir con España como si fuera un pastel. Una vez las tropas francesas estuvieron dentro, Godoy se percató de la estupidez que había cometido y se dio cuenta de que en realidad Francia había invadido España.
El 2 de mayo de 1808 estalló una sublevación popular en Madrid y el día 23 de mayo se produjo en Valencia capital. Aquel día una multitud se reunía en la Plaza de las Pasas (hoy Plaza de la Compañía). Allí varias veces a la semana llegaba el correo y la prensa desde Madrid, y se reunía la gente para leer en común la gaceta. La situación era muy tensa. Unos días antes algunos párrocos habían llamado al pueblo a resistir al invasor y se habían repartido pasquines por toda la ciudad.
Cuando llegó la prensa se leyó en voz alta, y tras saberse que el rey había abdicado en favor de José Bonaparte, todos los presentes callaron. Por minutos hubo silencio sepulcral. Al poco alguien gritó: «¡Viva Fernando VII! ¡Muera Napoleón!». Por las calles un estruendoso vocerío proclamaba exaltado la citada consigna. La situación llevó al Capitán General a llamar a la casa de la Audiencia (hoy Palacio de la Generalitat) a algunos notables de la ciudad y allí convocar Acuerdo.
El gentío se acumulaba en la puerta y, al ver que las autoridades no parecían dispuestas a declarar la guerra, el pueblo envió un representante. El elegido fue el franciscano padre Joan Rico i Vidal (Monòver, 1773-1847) . Al Acuerdo se le exigió que reclutara a filas a los hombres de 16 a 40 años, sacar la Real Señera (que suponía declarar la guerra), quemar el papel sellado por el mariscal francés Joachim Murat y firmar en nombre del legítimo rey de España, Fernando VII.
Mientras dentro se mostraban indecisos, fuera entre la multitud, un huertano llamado Vicent Doménech El Palleter (Paiporta 1783-¿?) se desenrolló la faja encarnada que llevaba ceñida, la troceó y la repartió entre sus compañeros, y guardando el trozo más grande para sí mismo, lo puso en la punta de una caña; a ambos lados puso una estampa, por uno la Mare de Deu dels Desamparats (es decir, la Virgen de los Desamparados) y por el otro, la efigie del rey Fernando VII.
Doménech enarboló su bandera en medio del clamor popular y fue a la Plaza del Mercado. La turba llegó a la casa donde se vendía el papel sellado y Vicent pidió que se lo entregaran todo y, tomando un pliego, se subió sobre una silla, lo rompió ante el gentío y clamó a viva voz: «¡Un pobre palleter li declara la guerra a Napoleó! ¡Vixca Fernando VII i muiguen els traïdors!» (¡Un pobre vendedor de paja le declara la guerra a Napoleón! ¡Viva Fernando VII y mueran los traidores!»).
Tras la revuelta del pueblo valenciano contra la orden de Madrid de reconocer por rey de España a José Bonaparte, y forzado por la iniciativa popular, tras varios intentos de emitir un comunicado que no molestara a los franceses, el Acuerdo declaró de facto la guerra a Napoleón el mismo 23 de mayo de 1808, proclamó en bando rey de España e Indias a Fernando VII, y el alistamiento. La ciudad de Valencia fue de las que más fieramente resistió contra el invasor francés.
Un pobre Palleter fue el primero en alzar la voz en Valencia contra la invasión de Napoleón, en el marco de la Guerra de Independencia Española (1808-1814). Según algunas fuentes, fue ajusticiado antes de acabar la guerra. Hoy el Palleter es un símbolo de insumisión del pueblo llano frente a los poderosos y las injusticias, y se emplea este término como sinónimo de líder o patriota valenciano que se alza contra invasores y traidores, como los colonos catalanistas de nuestros días.
Abr 12, 2016 @ 07:19:21
No conocía está pagina , me encanta es breve y concisa y muy interesante
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