Toma Hipocritol y no seas pseudoprogre.

Hace poco me he encontrado en internet con el vídeo Derechil de Eva H. La humorista hace una parodia de las ideologías políticas y denuncia que mucha gente de izquierdas se ha vuelto conservadora sin darse cuenta. Y algo de verdad hay, ya que los partidos políticos llamados progresistas y los sindicatos hacen una política que cada vez se parece más a la de la derecha.

Ahora bien, creo que deberíamos diferenciar dos tipos distintos de izquierda: la vieja izquierda (que defendía a los obreros, a los proletarios, la sanidad y la educación públicas y la igualdad de oportunidades) y la nueva, una pseudoizquierda progre que ha renunciado a defender todo lo anterior y lo ha substituido por eslóganes vacíos de contenido y por supuestas modernidades que no aportan ningún progreso real a la sociedad: aborto, eutanasia, matrimonio homosexual, alianza de civilizaciones, guerracivilismo, la inmigración ilegal y en general el buenismo y lo políticamente correcto.

El izquierdista es por naturaleza librepensador mientras que el progre actúa según las modas imperantes en cada momento. Así pues una persona puede estar en contra del aborto, del matrimonio homosexual o de la inmigración ilegal y continuar siendo perfectamente de izquierdas. Mientras que por el contrario, el progre te dirá que el aborto es genial, que los israelíes son los nuevos nazis, que viva Palestina, que todos somos buenos, que fronteras abiertas y papeles para todos.  Y mientras tanto, la sanidad derrumbándose y los licenciados universitarios trabajando por 700 euros al mes.

Me parece que muchos que se las dan de progres y que acusan de fascistas a todo aquel que disienta del pensamiento único y de lo políticamente correcto, deberían tomar un nuevo fármaco, Hipocritol, para dejar de ser tan falsos y retornar a los fueros de esa vieja izquierda desaparecida hoy.

Dos hostias dadas a tiempo.

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Como todos los años, el comienzo del curso escolar ha venido acompañado de las escandalosas denuncias de indisciplina en las aulas, de las agresiones, humillaciones y faltas de respeto que a diario deben padecer los profesores a manos de unos adolescentes asilvestrados que han crecido sin que sus padres nunca les hayan dicho que no a nada.

¿Y cual es la respuesta del Estado? La negociación, el diálogo, la autoridad compartida. Jamás la disciplina. Hoy tenemos más departamentos de calidad que nunca; más teorías psicosociales y psicoevolutivas que nunca; más sociólogos, psicólogos, pedagogos, terapeutas y especialistas que nunca. ¿Y cual es el resultado? Que estamos peor que nunca.

En la época de la dictadura no había nada de esto y sin embargo, los alumnos iban más rectos que un soldado. ¿Por qué? Porque desgraciadamente, y remarco lo de desgraciadamente, la naturaleza humana es como es. Y para la naturaleza humana dos hostias bien dadas pesan más que todos los sociólogos del mundo. Así de triste pero así de real.

A los hechos me remito: que se ha pasado de “don Fernando” a “el hijoputa del profesor”. A esto nos ha llevado la podredumbre moral en la que vivimos instalados, ese relativismo que dice que todos somos iguales, que todo el mundo tiene derechos y nadie obligaciones. Así nos va.

Y que nadie se equivoque. Que ni abogo por la autocracia ni por la violencia. Para mí la peor de las democracias es preferible a la mejor de las dictaduras. Y además de los sopapos existen otros medios más civilizados para mantener a raya al personal. Sólo estoy diciendo que las cosas se han salido de madre, que hemos querido jugar a ser tan liberales, tan modernos y tan guays que la cosa ha devenido en anarquía.

Un país en que los niños dominan a los padres y los alumnos a los profesores es una sociedad enferma que está pidiendo a gritos que alguien con autoridad ponga orden.

Contra la estupidez y la mentira.

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Soy un hombre librepensador y en este bloc voy a ir escribiendo acerca del mundo tal y como yo lo veo. A menudo la gente de izquierdas me llama facha y la gente de derechas me llama rojo. Y eso es porque siempre he sido independiente; prefiero pensar por mí mismo a ser un borreguito al dictado de las modas.

Creo que vivimos en una sociedad patética consumida por la mediocridad intelectual, la podredumbre espiritual y el relativismo moral. Mi objetivo primero en esta bitácora es combatir el pensamiento único y la dictadura de lo políticamente correcto, por lo que mis escritos quizás puedan resultar ofensivos para muchos individuos.

Pero no me importa. Porque como dijo Lucio Anneo Séneca: “Prefiero molestar con la verdad a adular con la mentira”. Yo creo que va siendo la hora de llamarle a las cosas por su nombre, de ser francos y sinceros como aquel niño del cuento El traje nuevo del emperador de Hans Christian Andersen que se atrevió a decir que el emperador iba desnudo.

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