Fornicad tranquilamente y luego mandad a vuestros hijos a la trituradora.

Siempre me ha llamado la atención que los mayores genocidas de la historia se han caracterizado por ser completamente honrados en el tema de las finanzas. En efecto, cuando se piensa en gobernantes como Adolf Hitler, Josip Stalin o Francisco Franco, ninguno  de ellos es recordado por haberse metido en el bolsillo dinero público. Ninguno  de ellos tiene fama de ser un corrupto en materia de economía. Ahora bien ¿de qué me sirve a mí un político que no saquea las arcas públicas si luego es un carnicero que cada noche se lava las manos con sangre? Prefiero mil veces a un político que  roba millones a uno que asesina. Porque puestos a que me roben… el dinero es recuperable, la vida no.

La semana pasada el Senado español dio su visto  bueno a una monstruosa política de exterminio que consolida el aborto libre y  lo que es aún más espeluznante: lo transforma de delito despenalizado en algunos supuestos a derecho de la mujer. El derecho a matar es ahora legal. A mí no me importa lo que digan: matar a un niño de 6, 7, 8 meses es un crimen abominable. Y eliminar la vida de un ser humano por ser discapacitado se llama eugenesia y lo hacían los nazis. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al ver a la senadora Leire Pajín despreciando la maternidad  y celebrando con jolgorio esta fiesta de la muerte. Hipócritas: todos los que estáis a favor del aborto, nacisteis un día.

El presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, pasará a la historia como otro monstruo más que no robaba dinero público pero que dio carta de legalidad a un genocidio masivo que cada año siega la vida de más de 100.000 niños en España. Y todo en el mismo día en que Zapatero decía en Suiza: «Nadie tiene derecho a arrebatar la vida de otro ser humano, absolutamente nadie». Forniquen tranquilamente, que luego siempre están ustedes a tiempo de mandar a su hijo a la trituradora. Que basura de país el que consiente este tipo de cosas. Que vergüenza de clase política que tenemos. Que asco de sociedad civil en la que se perpetra semejante matanza sanguinolenta y no le importa a casi nadie.