Pese a que vivo en el Reino de Valencia, el país con las mejores playas de Europa, no acostumbro a visitarlas. Siempre he pensado que lo mejor del sol es la sombra y personalmente me gusta ser blanco y de ojos azules. Pero tampoco me apetece ir porque las playas se han convertido en un obligatorio escaparate de tetas y culos muy alejado de lo que eran hace algunos años: un lugar para ir a pasar el día en familia.
Si una mujer fuera en tetas por la calle, la policía la detendría por exhibicionismo. Si un hombre se desnuda ante una chica, posiblemente le acusen de corrupción de menores. Sin embargo, estas actitudes, que son delito fuera de la playa, se aceptan en la misma.Yo reclamo que se acabe ya de una vez con el exhibicionismo playero y que se tome ejemplo de París, que prohibió tomar el sol con las tetas al aire.
Habrá quien diga que soy un moralista o que no hay que avergonzarse del cuerpo humano. Yo no me avergüenzo de nada; sólo exijo mi derecho a que no me molesten, a que el delito de exhibicionismo no deje de serlo según zonas. Otros dirán que no debemos ir en contra y que es algo natural. Más natural en esta vida que hacer caca no hay nada, y no por ello hago mis necesidades delante de los demás.
Los tangas, el top less o el nudismo deberían ser eliminados de cualquier país civilizado pues nada hay más retrógrado y primitivo que vestir como un aborigen. Y si las autoridades alertan para que los menores no vean según qué cosas en la TV, igual debe pasar en todos los demás sitios. En Europa todas las playas deben ser familiares y al que le apetezca hacer el indio que veranee en Papúa-Nueva Guinea.






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