Checoslovaquia: un divorcio amistoso.

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Al término de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), el Imperio Austro-Húngaro reventó como una piñata y se desintegró en una decena de naciones. Una de ellas fue Checoslovaquia, un estado artificial creado de la noche a la mañana en 1918 y que, cosa inusual, se disolvió de una forma democrática, pacífica y amistosa en 1993.

Pretendía ser una nación dual: de un lado la parte dominante, Chequia, -rica, industrial y centralista- y del otro la dominada, Eslovaquia -rural y pobre-. Chequia estaba formada a su vez por dos pueblos (Bohemia y Moravia) donde la voz cantante la llevaba Bohemia, que en la practica gobernaba a los otros dos socios.

La extinta Checoslovaquia fue un estado comunista bajo la órbita soviética ya desde su nacimiento. En 1939 los nazis la invadieron y la dividieron en dos: el Protectorado de Bohemia y Moravia (que se anexionaron), y la República Eslovaca Independiente (que era un estado títere). En 1945 se reunificaron de nuevo.

El pueblo no quería comunismo y exigía libertad, pero las protestas populares fueron abortadas durante la Primavera de Praga (1968) cuando los tanques soviéticos invadieron la patria. Años más tarde, la Revolución del Terciopelo (1987) dio paso a un estado en transición hacia el capitalismo y la democracia liberal.

En los 90, los reclamos autonomistas eslovacos se volvieron independentistas. La Asamblea Federal votó la disolución pacífica del país el 25 de noviembre de 1992, por un estrecho margen y sin referéndum. Chequia y Eslovaquia nacieron como repúblicas independientes el 1 de enero de 1993. Era presidente nacional Václav Havel.

Los idiomas checo y eslovaco -los cuales son muy similares y se entienden entre sí- en su día fueron reducidos de la noche a la mañana a dialectos del checoslovaco, un engendro artificial al estilo del serbo-croata o el catalán-valenciano, pero tras la partición en dos estados pasaron de dialectos a ser lenguas independientes otra vez.

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